"Cuando el saber predomina sobre el ser, el hombre sabe, pero no tiene el poder de hacer. Es un saber inútil. Inversamente, cuando el ser predonina sobre el saber, el hombre tiene el poder de hacer, pero no sabe que hacer".
Gurdieff
Una de las personalidades más interesantes del siglo XX, dentro de las manifestaciones del ocultismo, fue G. Gurdieff, quien entregó a sus discípulos fragmentos de una enseñanza que radica en el DESPERTAR.
Decía Gurdieff: "El hombre moderno vive en el sueño. Nacido en el sueño. ¿Qué puede saber un hombre que duerme? Si ustedes piensan en ello, recordando al mismo tiempo que el sueño es el rasgo principal de nuestro ser, no tardará en ser evidente, que si el hombre quiere saber, debe reflexionar ante todo en las maneras de despertarse".
Por suerte para Gurdieff, el haber conocido al inteligentísimo periodista Ouspenski le significó el perpetuar su enseñanza. Y en rigor de la verdad, suerte para nosotros es la obra de este último, ya que nunca fue intención de Gurdieff el escribir.
Ouspenski no era un periodista común; estaba realmente apasionado en la búsqueda de verdades ocultas; antes de conocer al que sería su Maestro, había viajado incesantemente por Egipto y la India. Los años en que fue discípulo fueron muy bien aprovechados, pues dio lugar a una gran obra: In Search of the Miraculous (En busca de lo milagroso).
Dice Ouspenski en la obra mencionada, refiriéndose al primer encuentro con Gurdieff: "Entendí que Gurdieff había viajado mucho, que había estado en muchos lugares de los cuales yo sólo había oído hablar y que había deseado vivamente conocer. No solamente no le molestaban mis preguntas, sino que me parecía que ponía en cada una de sus respuestas, mucho más de lo que yo había preguntado".
Esto de responder más de lo que se había preguntado es de una importancia esencial; Gurdieff nunca dijo una sola palabra de más; si decía cosas inesperadas, provocando una reacción, muchas veces confusas para quien escuchaba, había, en esa reacción, parte de la técnica del despertar. Era algo así como una sacudida.
Hablando del HOMBRE, Gurdieff dice: "Un hombre puede ser un hombre, recalcó esta palabra, aún trabajando con máquinas. Hay otra clase de mecanización muchísimo más peligrosa: ser uno mismo una máquina".
Ouspenski le preguntó: "Pero, ¿no hay quienes no sean máquinas? –Puede que los haya – dijo Gurdieff -. Pero usted no los puede ver. Usted no los conoce. Esto es lo que quiero hacerle comprender".
Cuando se le preguntó que pensaba de la psicología, Gurdieff respondió: - "Antes de hablar de psicología, debemos comprender claramente de que se trata esta ciencia y de qué no trata. El verdadero objeto de la psicología es la gente, los hombres, los seres humanos. ¿Qué psicología – recalcó la palabra – puede haber cuando no se trata sino de máquinas? Para el estudio de las máquinas lo que se necesita es la mecánica y no la psicología. Por eso comenzamos por el estudio de la mecánica. El camino que lleva a la psicología es aún más largo".
Ouspenski, preocupado por que el hombre deje de ser una máquina, le preguntó a Gurdieff si es útil estudiar lo que se llama literatura "oculta" o "mística". La respuesta que se transcribe, lo impactó por inesperada – Sí – dijo Gurdieff – Se puede encontrar mucho por medio de la lectura. Por ejemplo, considere su caso: ya podría usted conocer bien las cosas si supiese leer. Quiero decir: si usted hubiese comprendido todo lo que ha leído en su vida, ya tendría el conocimiento de lo que ahora busca. Si hubiese usted comprendido todo lo que está escrito en su propio libro, Tertium Organum, yo vendría a inclinarme ante usted y a suplicarle que me enseñara. Pero usted no comprende ni lo que lee ni lo que escribe. Ni siquiera comprende lo que significa la palabra comprender. Sin embargo, la comprensión es lo esencial, y la lectura no puede ser útil sino a condición de comprender lo que se lee. Pero desde luego que ningún libro puede dar una preparación verdadera. Por lo tanto es imposible decir cuáles son los libros mejores. Lo que un hombre conoce bien (acentuó la palabra "bien") eso es una preparación para él. Si un hombre sabe bien cómo hacer café o cómo hacer un par de botas, entonces ya se puede hablar con él. El problema estriba en que nadie sabe nada bien: Todo se conoce no importa cómo, de una manera completamente artificial.
"Pero ningún hombre le creerá jamás si usted le dice que él no puede hacer nada. Nada se le puede decir a la gente que le sea más desagradable ni más ofensivo. Es particularmente desagradable y ofensivo porque es la verdad y porque nadie quiere conocer la verdad.
"Si usted lo comprende nos será más fácil hablar. Pero una cosa es captar con el intelecto que el hombre no puede hacer nada, y otra cosa es sentirlo con toda su masa, estar realmente convencido que es así, y no olvidarlo jamás".
"Esta cuestión de hacer hace surgir otra cuestión. A la gente le parece siempre que los otros nunca hacen nada como debiera ser, que los demás lo hacen todo al revés. Invariablemente cada uno piensa que podría hacerlo mejor. Ninguno comprende, ni siente la necesidad de comprender que lo que hace actualmente de cierta manera – y sobre todo lo que ya ha sido hecho – no puede ni podía haber sido hecho de otra manera. ¿Ha notado usted como hablan todos de la guerra? Cada uno tiene su propio plan y su propia teoría. Cada uno opina que no se hace nada como debía hacerse. Sin embargo, en realidad, todo se hace de la única manera posible. Si tan sólo una cosa pudiera hacerse diferente, todo podría llegar a ser diferente. Y entonces, quizá, no habría guerra. Trate de comprender lo que digo, todo depende de todo, todo está relacionado, no hay nada separado. Por lo tanto, todos los acontecimientos siguen el único camino que pueden tomar. Si la gente pudiera cambiar, todo podría cambiar. Pero son lo que son y por lo tanto las cosas son lo que son".
Ouspenski le preguntó: - ¿Y nadie puede hacer nada? – Eso ya es otro asunto. Para hacer hay que ser. Y ante todo hay que comprender lo que eso significa: SER.
"Luego uno debe aprender a decir la verdad. Esto también le parece extraño; usted no se da cuenta que hay que aprender a decir la verdad. Le parece que bastaría desearlo o decidir hacerlo. Y yo le digo a usted que es relativamente raro que la gente diga una mentira en forma deliberada. En la mayoría de los casos creen que dicen la verdad. Y sin embargo mienten todo el tiempo, tanto cuando quieren mentir como cuando quieren decir la verdad. Mienten continuamente, se mienten a sí mismos y mienten a los demás. Como consecuencia, nadie comprende a los otros ni se comprende a sí mismo. Píenselo, ¿podría haber tantas discordias, tantos malentendidos profundos, y tanto odio hacia el punto de vista o hacia la opinión de otro, si la gente fuera capaz de comprenderse? Pero no pueden comprenderse porque no pueden dejar de mentirse. Decir la verdad es la cosa más difícil del mundo; habrá que estudiar mucho y durante mucho tiempo, para un día poder decir la verdad. El deseo por sí solo no basta. Para decir la verdad, hay que llegar a ser capaz de conocer lo que es la verdad y lo que es mentira, ante todo en sí mismo. Pero esto es lo que nadie quiere saber".
El problema de la verdad nunca perdió vigencia. Pero lo sorprendente en Gurdieff es la manera clara y al mismo tiempo aguda, para explicar con tanta actualidad el problema de la "sinceridad" con uno mismo y con los demás. Y es tan real el problema, que el hombre siempre busca admirar a quien cree sincero. Como en un sueño, busca desesperadamente lo que le falta a sí mismo.
Del problema mencionado surge una consecuencia dolorosa pero cierta, el desengaño. Cuantas veces nos planteamos por qué se dejan de cumplir las promesas; o por qué se cambia de decisiones que parecían inalterables; por qué..... por qué.... Veamos nuevamente la respuesta de Gurdieff: "El hombre no tiene un yo permanente e inmutable. Cada pensamiento, cada humor, cada deseo, cada sensación dice YO. Y cada vez, parece tenerse por seguro que este "yo" pertenece al todo del hombre, al hombre entero, y que un pensamiento, un deseo, una aversión, son la expresión de ese TODO. Cada pensamiento del hombre, cada uno de sus deseos se manifiesta y vive de una manera independiente de su Todo. Y el Todo del hombre no se expresa jamás, por la simple razón de que no existe como tal, salvo físicamente como una cosa, y abstractamente como un concepto. El hombre no tiene un "yo" individual. En su lugar hay centenares y millares de pequeños "yoes" separados, que la mayoría de las veces se ignoran, no mantienen ninguna relación, o por lo contrario, son hostiles unos con otros, exclusivos e incompatibles. A cada minuto, a cada momento era un pensamiento, ahora es un deseo, luego de una sensación, después otro pensamiento, y así sucesivamente sin fin. El hombre es una pluralidad. Su nombre es legión. El alternarse de los "yoes", sus luchas por la supremacía, visibles a cada instante son comandadas por las influencias exteriores accidentales. El calor, el sol, el buen tiempo, llaman inmediatamente a todo un grupo de "yoes". El frío, la neblina, la lluvia llaman a otro grupo de "yoes", a otras asociaciones, a otros sentimientos, otras acciones. No hay nada dentro del hombre que sea capaz de controlar los cambios de los yoes, principalmente porque el hombre no los nota; o no tiene ninguna idea de ellos, vive siempre en su último "yo". Algunos naturalmente son más fuertes que otros; pero no por su propia fuerza consciente. Han sido creados por la fuerza de los accidentes, o por excitaciones mecánicas externas. La educación, la imitación, la lectura, el hipnotismo de la religión, de las castas y de las tradiciones, o la seducción de los últimos "slogans", dan nacimiento, en la personalidad del hombre, a "yoes" muy fuertes que dominan series enteras de otros "yoes" más débiles. El hombre no tiene individualidad. No tiene un gran Yo único. El hombre está dividido en una multitud de pequeños "yoes".
Pero cada uno de ellos es capaz de llamarse a sí mismo con el nombre del Todo, de actuar en el nombre del Todo, de hacer promesas, de tomar decisiones, de estar de acuerdo o de no estar de acuerdo con el otro "yo", o el Todo, tendría que hacer. Esto explica por qué la gente toma decisiones tan a menudo y tan raramente las cumple. Un hombre decide levantarse temprano, comenzando a partir del día siguiente. Un "yo" o un grupo de "yoes" toma esa decisión. Pero levantarse es problema de otro "yo" que no está de acuerdo en absoluto, y que quizás ni siquiera ha sido puesto al corriente.
Naturalmente, a la mañana siguiente el hombre seguirá durmiendo, y por la noche decidirá nuevamente levantarse temprano. Esto puede traer consecuencias muy desagradables. Un pequeño "yo" accidental puede hacerse una promesa, no a sí mismo, sino a alguna persona en un momento dado, simplemente por vanidad, o por divertirse. Luego desaparece. Pero el hombre, es decir el conjunto de los otros "yoes" que son completamente inocentes tendrá que pagar quizá por toda su vida esta gracia. La tragedia del ser humano es que cualquier pequeño "yo" tiene el poder de firmar contratos, y que luego sea el hombre, es decir el Todo, quien debe enfrentarlos. Así, pasan vidas enteras, cancelando deudas contraídas por "yoes accidentales".
Y ahora, a través de Gurdieff seguiremos con otra de sus enseñanzas, otro de los más graves problemas del hombre, SER y SABER, saber y ser.
"El desarrollo del hombre – decía él – se opera a lo largo de dos líneas, saber y ser. Para que la evolución se realice correctamente, ambas líneas deben avanzar juntas, paralelas una a la otra y sosteniéndose una a otra. Si la línea del saber sobrepasa demasiado a la del ser, o si la línea del ser sobrepasa demasiado a la del saber, el desarrollo del hombre no puede hacerse regularmente; tarde o temprano tiene que detenerse. La gente capta lo que debe entenderse, por saber. Reconocen la posibilidad de diferentes niveles de saber, comprenden que el saber puede ser más o menos elevado, es decir, de más o menos calidad. Pero esta comprensión no la aplican al ser. Para ellos, el ser designa "la existencia". No comprenden que el ser puede situarse a niveles muy diferentes, incluir varias categorías.
Y, sin embargo, tal es su ser. Pero en Occidente se estima que el saber de un hombre no depende de su ser. La gente da mayor valor al saber, pero no sabe darle al ser un valor igual, y no tiene vergüenza del nivel inferior de su propio ser. Ni siquiera comprende lo que esto quiere decir. Nadie comprende que el grado del saber de un hombre es función del grado de su ser.
Cuando el saber excede demasiado al ser, se vuelve teórico, abstracto, inaplicable a la vida, aún puede tornarse nocivo porque en lugar de servir a la vida y de ayudar a la gente en su lucha contra las dificultades que la asaltan, tal saber comienza a complicarlo todo; desde luego, ya no puede aportar sino nuevas dificultades, nuevos problemas y toda clase de calamidades que no existían antes.
Cuando el saber predomina sobre el ser, el hombre SABE, pero NO TIENE PODER DE HACER. Es un saber inútil. Inversamente, cuando el ser predomina sobre el saber, el hombre TIENE EL PODER DE HACER, pero no sabe que hacer. En la historia de la humanidad, encontramos ejemplos de civilizaciones enteras que perecieron ya sea porque su saber sobrepasaba a su ser o porque su ser sobrepasaba a su saber".
Y así es, como en estos pocos ejemplos extraídos de las enseñanzas de Gurdieff, encontramos los planteos constantes del ser humano, en toda su dimensión. Planteos diarios, porque allí es verdaderamente en cada instante de cada día donde surge la posibilidad de la grandeza o de la miseria del hombre. Su conocimiento o ignorancia. Su despertar o vivir en el sopor de un sueño inútil. Lo que aquí se menciona son algunas de las tantas posibilidades para elegir el DESPERTAR. En la medida que se entienda esencialmente a Gurdieff, la vida cotidiana se presenta como un total descubrimiento. Es una de las varias formas reales de no caer en el SÍ PORQUE SÍ. En caer en la tristeza del desconocemos. Y la realidad es, que en la medida en que no aprendamos a conocernos a nosotros mismos, no queda alternativa para conocer algo más.
"Aquel que puede amar puede ser, quien puede ser puede hacer, quien puede hacer, es".Máxima de Gurdieff: 13Por Cristina Wolczuc – Argentina
extraido de El-Amarna
Ver Película "Encuentro con hombres notables"
Fuente: Sobre hombres y dioses (Pepe Magonio)
2 comentarios:
pues mira, entre Claudio Naranjo y Gurdjieff, ahí que le andamos...
http://anochecuandodormia.blogspot.com/search/label/gurdjieff
y
http://transformareducacion.blogspot.com/2007/11/saber-y-comprender.html
Mis respetos, cuate...
Francis
"Cuando el saber predomina sobre el ser, el hombre sabe, pero no tiene el poder de hacer. Es un saber inútil. Inversamente, cuando el ser predonina sobre el saber, el hombre tiene el poder de hacer, pero no sabe que hacer".
Gurdieff
está mal, es así:
cuando el saber predomina sobre el ser el hombre hace, y con ese hacer destruye mas de lo que construye... fundamentalmente destruye posibilidades de construcción, más que cosas ya construidas.
cuando el ser predomina sobre el saber... se queda quieto en posición de "sólo sé que todo lo que haga en función de lo que supongo que sé es destructivo", ésa quietud es de espera, y sin expectativa, así el cielo se manifiesta a través del lenguaje que ése ser sabe... y allí es fundamental que en ése saber se incluya la noción de Cielo, pues si no con los parametros actuales de lo que se define ser normal... directamente uno se reconoce como loco, o dicho más técnicamente "esquizofrénico"... también es fundamental que uno no tenga arraigado el ir en pos de los deseos, incluso de los más elevados como ser el de ser solidario... ésa es la cuestión.
gracias por dejarme compartir contigo lo que pasa por mi mente.
la moral suprema es sin moral.
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