martes, 29 de junio de 2010

Futbol, mecanismo de control social / Arma de distracción masiva/ ¿Por qué hay miles de estadios en el mundo?

"El deporte refleja los valores culturales básicos del marco cultural en el que se desarrolla y por tanto actúa como ritual cultural o «transmisor de cultura»" (Blanchard y Cheska)
Futbol, mecanismo de control  social

La XIX edición de la Copa Mundial de Futbol coincide con la primera crisis económica internacional del siglo XXI, que se mantiene como una amenaza vigente, sobre todo en economías como las de Grecia, España, Portugal y México. En ese contexto, la justa deportiva refrendará su papel como mecanismo de control social, consideran académicos

Un partido de futbol, coinciden especialistas, puede derivar en complejos mecanismos de control, como la manipulación, la persuasión, las cortinas de humo, las válvulas de escape e incluso la confrontación. Invariablemente, éstos se ejercen desde el poder y se dirigen a un público masivo. De preferencia, a las clases populares.

El doctor en antropología e investigador de la Universidad Iberoamericana, Roger Magazine, considera que la manipulación no es tan obvia como para que las personas puedan resistirse o quejarse.
“Mucha gente diría: ‘si esto es manipulación, no está mal. Me gusta ver el futbol por televisión’”, indica el también autor del libro Azul y oro como mi corazón: masculinidad, juventud y poder en una porra de los Pumas de la UNAM.

Este 11 de junio, la Selección Mexicana inaugurará la Copa Mundial, al disputar el primer partido con el anfitrión, Sudáfrica. El juego será transmitido por televisión abierta. También habrá narraciones radiofónicas.
Ese viernes se espera que los mexicanos sólo hablen de futbol, que olviden las decenas de ejecuciones que a diario se cometen en el país o la pérdida del empleo y del valor adquisitivo de sus salarios.

“El entretenimiento es la técnica persuasiva básica”, explica Jaime Viaña, sicoanalista y académico en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Recuerda que el mejor ejemplo de ello son las campañas de Paul Joseph Goebbels, ministro de propaganda en el gobierno de Hitler y responsable de la popularidad del régimen fascista nazi.

Viaña señala que el considerable espacio asignado a la sección deportiva en los medios de comunicación cumple con una función ideológica. Se trata de la antigua receta romana: “Al pueblo, pan y circo”.

Imposición cultural

El papel de los medios incluye la imposición de patrones culturales. Layla Sánchez Kuri, maestra en ciencias de la comunicación y profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, analiza que éstos tienen por objeto hacer del futbol una industria que crea necesidades falsas, hasta que alcanzan el rango de formas de control social.

Los 22 jugadores, líderes carismáticos, portan tacos Nike o Adidas. Sus playeras se atavian no sólo con los colores de la bandera que representan, sino con varios logotipos de trasnacionales.

“Se ha perdido la esencia del futbol porque se ha sobrevalorado. Ahora todo es dinero”, critica el futbolista Alberto Aguilar, exintegrante de las fuerzas básicas del Cruz Azul. Agrega que el éxito de este deporte con las masas se basa en su sencillez: “El futbol atrae a tantas personas porque es muy simple, es primigenio”.
La XIX edición de la Copa Mundial de Futbol coincide con la crisis económica internacional, que inició en Estados Unidos a mediados de 2008 y que aún mantiene en jaque a economías europeas. A pesar de generar ganancias, este rentable torneo no contribuirá a superar la crisis.

Para que el Mundial tuviera posibilidades de generar una expansión económica, tendría que producir un cambio cualitativo: incrementar el producto interno bruto, además de aumentar el nivel de vida y el índice de desarrollo humano. Sin embargo, sólo crea condiciones para el lucro, explica Miguel Ángel García, consejero técnico estudiantil de la Facultad de Economía de la UNAM.

En Alemania 2006, la Copa Mundial que antecede a Sudáfrica 2010, se recaudaron alrededor de 700 millones de dólares, de acuerdo con el Informe sobre las finanzas de la FIFA (Federación Internacional de Futbol Asociación) de ese mismo año. La suma del rescate financiero de la actual crisis asciende a más de 12 billones de dólares.

“Hay una diferencia muy grande entre lo que los gobiernos y empresas utilizan para sacar al planeta de la crisis y las ganancias que trae un Mundial”, refiere el economista.

Miguel Ángel García agrega que el impacto económico no es el mayor beneficio que obtienen sus organizadores y patrocinadores: la utilidad mayor es perpetuar las formas de dominio.

Ernesto Priani Saiso, filósofo y catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras y estudioso de las relaciones de poder que se dan en la cancha, explica que “los medios de comunicación, los grandes inversores y el poder político aprovechan el fenómeno del futbol y lo ocupan para favorecer sus propios intereses”.
Agrega: “La idea es: si yo logro convencerte a ti de que la Selección es una promesa mayor de lo que realmente es, voy a lograr que compres cosas, veas mis programas y disfrutes de la ‘calma social’”.

Estadios, termómetros de la violencia

La calma social, sin embargo, no siempre es el fin. Uno de los mecanismos de control social que se ejercen a través del juego es justamente lo contrario: la confrontación física y verbal. Los estadios de futbol son ahora espacios propicios para la confrontación y pueden ser vistos como “termómetros del nivel de violencia social”, expone Layla Sánchez.

“Es el divide y vencerás”. Por ello se utiliza un lenguaje marcial: los comentaristas narran, con exacerbado nacionalismo, las “batallas” deportivas. En vez de ver futbolistas, vemos a soldados que van a pelear por un país, critica la comunicóloga.

Futbol, objeto de atención del poder

 

Roger Magazine reconoce la dificultad de identificar dónde termina la manipulación y dónde empieza el surgimiento de algo crítico. Para él, el futbol puede ser “el opio de las masas”, pero también un lugar donde surgen molestias.

En México, durante la inauguración del Mundial de 1986, la gente recibió con una “sonora rechifla” al entonces presidente Miguel de la Madrid, por su incapacidad de enfrentar, un año antes, la contingencia del terremoto, narra Juan Villoro en Dios es redondo.
En palabras del reconocido escritor: “La incontrolable multitud puede descubrir una voz propia y una conciencia crítica al reconocerse en forma espontánea como una fuerza circular”.


Los aficionados al futbol asocian los triunfos de la Selección Mexicana con el desarrollo del país, y sus derrotas, con el retroceso del mismo: estudio Bajo estado de ánimo, si la Selección no pasa, realizado en 2010 por De La Riva Group, empresa especializada en investigaciones de mercado

El fenómeno futbolero, un niño envuelto

Temor y entretenimiento: con estos ingredientes ya se puede preparar niño envuelto, asegura el sicoanalista Jaime Viaña.

El profesor universitario recurre a la analogía de Gustavo Le Bond en La sicología de las multitudes y asimila a las masas (fanáticos potenciales del futbol) con los niños.

El costo, reflexiona el sicoanalista: “Un detrimento de la inteligencia para preservar el infantilismo síquico. Y es que el infante no puede sofocar sus exigencias pulsionales mediante la razón, sólo la amenaza o la fantástica promesa apaciguan la falta del objeto anhelado… el cáliz sagrado, la copa”.

La “futbolización” del Estado

Para el Estado, el deporte, y el futbol en especial, juega un papel sumamente importante y múltiple como forma de control de la población. A la masa, la enajena y la “hace feliz” al impedirle ensimismarse en sus problemas reales y tomar conciencia de su situación de explotada, marginada y humillada. Le ahorra la preocupación de buscar una salida a su condición de paria, sostiene el sociólogo de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Arturo Palacios Aguirre.

Para que funcione la maquinaria de explotación del pueblo, el Estado desarrolla mecanismos de control y represión. Uno de ellos es el futbol, cuyo uso político por parte del gobierno, los partidos y los grupos cierra el círculo de enajenación y control. Recuérdese 1968: la feroz represión del gobierno de Díaz Ordaz estuvo acompañada de una descarada campaña que ensalzaba las olimpiadas para “borrar” la masacre, agrega.
La política, como se sabe, es la esencia de la actividad del hombre en la sociedad. Una actividad, una idea, un recurso, una personalidad, son palancas políticas en la medida en que mueven a las masas y son capaces de unificar voluntades para movilizarlas en pos de un objetivo concreto. En esa medida cobran importancia y reciben atención preferente de los partidos, clases, gobiernos, que buscan palancas políticas eficaces para agrupar a las masas en su derredor y hacerlas marchar bajo su dirección.

Desde este punto de vista, el futbol es una importante palanca política de la que hacen uso discreto los gobiernos para conquistar simpatías y adhesiones. Y ésta es la importancia y la explicación que el gobierno mexicano concede al futbol.

Para el catedrático de la UAM, en el capitalismo el rasgo más esencial del deporte, y del futbol en particular, consiste en que se le trata como una actividad eminentemente comercial, como un negocio. El deportista es una mercancía que se cotiza en el mercado según su valimiento. Esto lo convierte en un ser egoísta, lo envilece y lo prostituye.

Así, dice, la causa desencadenante de su esfuerzo deportivo no es una causa noble, no es “el amor a la camiseta”, “el espíritu deportivo” o “el amor a la patria”, sino su interés por un sueldo elevado, las regalías y los premios. El deportista profesional no “juega”, trabaja; y quienes lo patrocinan tampoco están “fomentando un deporte”, están realizando un negocio. Así se explica la proliferación de clubes “dueños” de uno o varios equipos y la profesionalización de los deportistas en México y en todo el mundo.

El mismo hecho queda reflejado en el escaso interés que el Estado dedica a la educación física y el deporte de la juventud y de la sociedad entera. En la práctica, la casi nula actividad deportiva se reduce a los ridículos balbuceos que maestros mal preparados enseñan a los jóvenes en las escuelas primarias y secundarias. Ni en la primaria ni en la universdad hay actividad física programada. Fuera de las escuelas, la intervención del Estado en la actividad físico-cultural y deportiva de la sociedad es totalmente insignificante y marginal. La actividad deportiva descansa, totalmente, en manos privadas que la explotan comercialmente.
Por eso, precisamente, con motivo de la celebración del Mundial, del 11 de junio al 11 de julio, en Sudáfrica, la propaganda y los comentarios relativos al evento alcanzan niveles asfixiantes. El mundo y México transpiran futbol. No hay manera de escapar a esta euforia futbolera, a la estupidización colectiva.
Palacios Aguirre agrega que el futbol, a diferencia de otros deportes y entretenimientos, ocupa siempre un lugar destacado en la vida de mucha gente, atrae la atención de núcleos importantes de la población y ejerce considerable influencia sobre las clases populares.

“Por eso no es nada raro que funcionarios de alto nivel, incluido el presidente de la República, hagan a un lado asuntos de mayor importancia y se muestren más preocupados por los resultados de los partidos que por los problemas de sus respectivas carteras; reciban en sus despachos a futbolistas de prestigio con más atenciones y honores que a un diplomático de alto rango, y les otorguen premios que ya quisieran para sí algunos investigadores destacados.”

La crítica convencional

Para el sociólogo Arturo Palacios, la importancia concedida al futbol por parte del pueblo es una expresión clara de su bajo nivel cultural y un resultado de la capacidad manipuladora y enajenante de los grandes medios masivos de comunicación, que han inducido con su propaganda esta especie de adoración masiva, de histeria colectiva en torno al futbol y a sus practicantes.

“En cuanto a las autoridades, al Estado, se pretende que su ‘futbolización’ sea síntoma del carácter absurdo, irracional, del sistema capitalista, de la inversión de valores que produce; algo así como el acto inconsciente de una mentalidad colectiva desorganizada e irresponsable. Es frecuente encontrar en las prensa expresiones como: ‘no exagere, señor presidente’, “el honor nacional no está en los botines de la Selección”, etcétera, a propósito de alguno de los actos oficiales relacionados con el futbol. Tales frases pretenden expresar que la conducta de las autoridades es un despropósito, un error de óptica, algo desmesurable e injustificable.

“Y sin embargo no es así. La crítica que hace descansar en el atraso de la masa y el poder manipulador de la televisión de un lado, y en la irracionalidad del capitalismo de otro, el fenómeno de la futbolización de la sociedad, es una crítica relativamente convencional por cuanto no va a la raíz de la cuestión. En realidad, el fenómeno del futbol, como la televisión misma o la pornografía, no puede ser explicado por alguna o algunas causas, en forma definitiva. Son fenómenos que están totalmente integrados al sistema, forman parte consustancial del mismo, lo explican y lo sostienen tanto como el sistema entero explica, sostiene y alimenta al futbol, la televisión enajenante o la pornografía.

“El capital en general tiene en el futbol un buen recurso para captar la atención de la masa y para hacerla que encienda su aparato de televisión y bombardearla con la propaganda de las mercancías. Mientras el espectador ‘se divierte’, recibe, sin darse cuenta, múltiples “mensajes” disfrazados de comerciales. De este modo va siendo condicionado para que consuma cualquier cantidad de productos. El comercio televisivo, por su parte, al ganar mayor auditorio, mejora su negocio, pues crece el número de anunciantes que están dispuestos a pagar cantidades exageradas por ‘un minuto’ de propaganda o por un spot”.

Los comerciantes del deporte y la televisión se dieron cuenta, hace mucho tiempo, que sus respectivos negocios pueden prosperar mucho más aprisa si se unen y apoyan mutuamente. Por esta razón, en la actualidad, los consorcios televisivos y los “dueños” de los clubes deportivos forman una sola empresa destinada a enajenar, a embrutecer al público, al pueblo, a las clases más desprotegidas cultural y económicamente, mediante un continuo bombardeo de propaganda consumista mientras le hacen “disfrutar” un partido de futbol.

Los dueños de los clubes deportivos, a su vez, ven subir sus utilidades como la espuma, tanto porque la propaganda acarrea espectadores a los estadios, como porque crece el monto de las regalías que cobran por “derechos de transmisión” del evento futbolero.

Así pues, no sólo es la televisión la que se beneficia con la popularización, con la propaganda exagerada acerca de las excelencias del futbol, ni tampoco los dueños de los clubes deportivos, ni sólo los anunciantes, sino toda la clase capitalista en su conjunto. Los únicos perjudicados son los pobres, los humildes, las clases populares que, gracias a su indefensión cultural y económica, son víctima de las mentiras, las frases hechas y los falsos valores con que los bombardean de día y de noche la televisión.

Por eso, a pesar de su aparente carácter progresista y radical, es un craso error, un claro espejismo intelectualoide, la crítica convencional de los partidos y personajes de la “izquierda culta” que pretende que la preferencia del Estado por el futbol no merece otra cosa que el desdén, el desprecio. La futbolización del Estado es un claro y peligroso acto de la lucha de clases que merece toda la atención de los sectores progresistas dispuestos a esclarecer los verdaderos objetivos de la futbolización del Estado entre el pueblo. Cualquier concesión en este terreno, aunque se disfrace de “superioridad intelectual”, es un retroceso imperdonable.

Finalmente, Arturo Palacios considera que, para acabar con esta situación, “lo que se necesita no es salir del subdesarrollo, sino del sistema capitalista y luchar por una organización social más equitativa e igualitaria, que verdaderamente le dé su lugar e importancia al futbol en particular y al deporte en general como forma integral del desarrollo físico y emocional del pueblo”. (José Réyez)
 José Reyez
7 de junio de 2010 Fuente Red Voltaire


¿Por qué hay miles de estadios en el mundo?




Docu completo aquí ("Fall of the republic")

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miércoles, 23 de junio de 2010

El Mono desnudo- The Human animal (serie online en español)


















Desmond Morris es entusiasta del concepto de la naturaleza juguetona, y piensa que nos dice mucho sobre la evolución de la humanidad. Es ésta la que estimuló y alimenta nuestra ingenuidad e inventiva, nos permitió vencer a especies físicamente más poderosas para convertirnos en los más importantes a escala global, y la que explica cómo terminamos usando ropas, jugando en la computadora, lanzando bombas “inteligentes” y viendo ciertos programas de TV. Jugamos, por lo tanto, somos.

No se puede evitar pensar en la teoría de la naturaleza juguetona de Morris cuando se lo conoce: una persona mayor, radiante, a punto de cumplir 80 años, rodeado de libros (muchos de ellos escritos por él) y de pinturas surrealistas (todas ellas pintadas por él) en una cochera remodelada en la parte trasera de su casa de Oxford —la casa, me dice, en la que el lexicógrafo del siglo XIX James Murray trabajó por más de 30 años en el Oxford English Dictionary (murió cuando había llegado a la letra T). Hablamos por tres horas; al final estoy agotado, pero Morris permanece fresco y sólo se detiene porque su esposa está enferma y llama desde la casa para pedir una taza de té. De otra manera, seguro todavía seguiría allí.

Morris acaba de terminar The Naked Man, un libro pareja de The Naked Woman, que se publicó en 2004, y que es el último en una línea evolutiva que se remonta a El mono desnudo, un libro que definió su carrera, cambió su vida y alteró la mentalidad colectiva, un best-seller instantáneo cuando fue publicado en 1967 y que ahora avanza para alcanzar ventas de 20 millones. Ha hecho su carrera de decirnos que 10 mil años de civilización no pueden contrarrestar varios millones de años de caza y recolección, y que ahora vivimos una vida que, de muchas maneras, está en desacuerdo con nuestra herencia genética.

 

Libro "El mono desnudo" en pdf, descargar

Las teorías de Morris no hacen que las feministas lo quieran. La frase que utiliza más a menudo para describir a los hombres es “corredores de riesgos”. Dice que por un millón de años, o más, los hombres tuvieron que salir y enfrentarse a los lanudos mamuts y tigres dientes de sable, desarrollar estrategias para vencerlos (la cooperación en la pelea contra enemigos comunes, enfatiza, es genéticamente más importante para el hombre que la urgencia competitiva), y literalmente “llevar el pan a casa”, mientras que las mujeres limpiaban la cueva, quitaban la basura que es única de la especie humana, y organizaban todos los demás aspectos de la vida. Su visión, contraria a la de muchos compañeros científicos al igual que a la de las feministas, es que su separación genética no puede ser eliminada por una legislación de igualdad.

“Había una especialización considerable para hombres y mujeres —dice—. Ellos se volvieron más atléticos y salieron a cazar; las mujeres hicieron todo lo demás. Eran multitareas, para utilizar una frase que se ha vuelto muy popular, y estaban en el centro de la sociedad. No es una cuestión de superioridad e inferioridad. Es un problema de diferencias, y éstas son muy reales”. Los hombres eran prescindibles; las mujeres, debido a su función reproductora, no lo eran. “No te podías dar el lujo de perder a una mujer —añade—. Eran demasiado valiosas, así que los hombres se volvieron los especialistas en cacería”.

Capítulo 1: El lenguaje del cuerpo



 

Durante toda la prehistoria, esta separación de roles funcionó bien, dice Morris —una unión perfecta diseñada para criar a los niños y perpetuar la especie. El problema se presentó cuando comenzamos a expandirnos más allá de nuestros grupos tribales naturales de alrededor de cien miembros y a desarrollar grandes asentamientos. “Por un millón de años, las mujeres estuvieron en el centro de la sociedad y los hombres en la periferia. No veo por qué esto les molesta tanto a las mujeres; ellas dirigían la sociedad, los hombres estaban en el terreno de caza. Lo triste para las mujeres es que, con el correr del tiempo, los cotos de caza se convirtieron en los centros citadinos y, entonces, en lugar de estar en la periferia, los hombres estaban ahora en el centro de la ciudad dirigiendo las cosas. Las urbes eran los cotos de caza, aunque ahora la cacería era metafórica. La urbanización favoreció al hombre”.

Las feministas podían tomar esto de dos maneras. El lado bueno es que Morris piensa que las mujeres deberían dirigir prácticamente todo. “Estaríamos mucho mejor si las mujeres dirigiesen la mayoría de las organizaciones, si manejaran el mundo político en lugar de los hombres, por ejemplo. No pienso que los hombres sean aptos para la política. Las mujeres están mucho más preparadas porque son genéticamente más precavidas y no van a cometer errores tontos”. El lado malo es que Morris piensa que los hombres, debido a su toma natural de riesgos, siempre serán mejores inventores y artistas.
“Por cada gran mujer artista hay cien hombres. Hay más genios hombres que mujeres, y hay más idiotas masculinos que femeninos. Una mujer no se puede dar el lujo de correr riesgos o ser tonta. Hay que estar en medio de ambos extremos”.

El dominio artístico de los hombres, argumenta, no puede explicarse por la oportunidad o el condicionamiento social. Durante todo el curso de la evolución, las mujeres han producido más arte que ellos —en la forma de vasijas decoradas y ropa— pero han tendido a producir arte tradicional. Son los hombres los que han roto el molde y producido el gran arte más allá de la norma.
Morris también tiene una teoría sobre los accidentes automovilísticos. “Las mujeres tienen más accidentes, pero los de los hombres son más serios. Si hay un gran accidente, siempre lo causa un hombre; si se trata de una abolladura en la defensa, la responsable es una mujer. Rara vez nos enteramos de un choque a alta velocidad que involucre a una mujer; siempre es un hombre”.

 Capítulo 2: El mono cazador



 

Otra área en la que el libro nuevo de Morris ya ha probado ser controversial es su enfoque de la homosexualidad. Trata el tema en el capítulo final del libro y se siente como un agregado, como si el editor hubiese insistido en que se cubriera el tema. Morris toma prestada una teoría de su amigo y colega zoólogo Clive Bromhall, quien en su libro The Eternal Child, argumenta que una de las características claves de nuestra historia evolutiva ha sido la extensión de la niñez y el aplazamiento de la reproducción. El efecto social de ese proceso ha sido que entre los cuatro y los 14 años, los niños y las niñas han tendido a jugar separados. En la pubertad, los sexos —impulsados por la necesidad de reproducirse— se juntan. No obstante, y debido principalmente a razones sociales (que quedan irritantemente vagas), una pequeña proporción de hombres y mujeres continúan prefiriendo a su propio sexo.

La homosexualidad es “instigada genéticamente, pero luego es influida por el entorno”, añade. Los hombres gay, argumenta, se encuentran en el extremo del espectro de la “naturaleza juguetona”, y es probable que sean más creativos que el promedio. Una de las características claves de los humanos, de acuerdo con esta teoría general, es que a diferencia de otras especies, nosotros nunca perdemos la curiosidad y la inventiva de la juventud. Las personas homosexuales, dice, exhiben el “síndrome de Peter Pan” a un grado extremo, lo que les da una inteligencia, inventiva y creatividad por encima del promedio. La teoría suena poco convincente a oídos no educados como los míos —y él se ve avergonzado por apoyarse en el pensamiento de otra persona.

The Naked Man ejemplifica las tensiones —y los placeres— de la carrera ricamente variada de Morris. El libro está a una gran distancia de The Reproductive Behaviour y de Ten-Spined Stickleback, por el que recibió el doctorado en Oxford, en 1954. Podría haber tenido una carrera distinguida como lo que podría ser llamado un “zoólogo institucionalizado”, pero a fines de los años cincuenta cayó en esa peligrosa tribu de gente de la televisión para hacer el programa Zoo Time, que le dio un nombre y lo llevó a escribir El mono desnudo, donde el hombre no era un ser moral o espiritual, era un animal, un simio con pretensiones de ser algo más grande.

“Pasé la primera mitad de mi vida estudiando la conducta animal, y cuando escribí un libro sobre seres humanos, lo hice como si escribiese sobre otra especie animal. Conocí a Tom Maschler, entonces un editor joven de Cape, y le dije que algún día iba a escribir una zoología de seres humanos, y que ni siquiera utilizaría el término “seres humanos”. En su lugar escribiría como si fuese un alienígena que hubiera llegado a este planeta y visto a este simio extraordinario que no tiene pelo en el cuerpo. Cuando eventualmente me puse a trabajar tuve que terminarlo en cuatro semanas porque estaba muy ocupado”.

Su publicación fue una sensación que llegó en un momento en el que todo se estaba repensando; mientras que por un lado fue atractivo para los radicales, que buscaban quitar las capas de la autoridad política y religiosa, y a quienes agradaba el concepto del hombre desinhibido; por otro lado, enfureció a las feministas, que lo acusaron de promover una visión de la evolución humana centrada en el hombre. Se volvió una causa célebre y convirtió a la zoología en parte del espíritu de los años sesenta.

 Capítulo 3: El zoo humano




 

La ironía es que Morris era un zoólogo accidental. Su primer amor era el arte —quería ser pintor surrealista— y sólo se inscribió para estudiar zoología en la Universidad de Birmingham porque tenía una mala opinión de las escuelas de arte y pensó que el estudio de las formas biomórficas le sería útil a su pintura. Expuso en Londres con Joan Miró en 1950, pero fue su último intento con el surrealismo en el Reino Unido al darse cuenta que así no se ganaría la vida. En todo caso, había sido picado por la curiosidad zoológica en Birmingham.

Morris nunca dejó de pintar, y su casa está cuidadosamente dividida en dos mitades que forman dos compartimientos de su vida. “Tengo una biblioteca con todos mis libros de ciencias y un cuarto con todos mis libros de arte y mis pinturas. Son como dos hemisferios de mi cerebro”. Uno se pregunta quién más podría haber pasado de ser el director de mamíferos del Zoológico de Londres —el empleo que se le dio después del éxito del programa Zoo Time— a ser el director del Instituto de Arte Contemporáneo en la década de los sesenta. “De los rinocerontes a Picasso”, como resume él su cambio sorprendentemente extraño.
No permaneció mucho tiempo en el Instituto. El gran éxito de El mono desnudo le permitió escapar. Renunció a su trabajo y, con su esposa Ramona, se mudó a vivir a Malta, donde comenzó a pintar de nuevo, vivió una vida de hedonismo soleado y egoísta y engendró un hijo, Jason.

“No pretendía permanecer en Malta por mucho tiempo, pero se prolongó por cinco o seis años. Tenía un estudio y pintaba. Escribía en el invierno, pintaba en el verano. Mi curiosidad infantil, que he mantenido toda mi vida, exige experiencias nuevas y esto era algo que nunca antes había experimentado. Mi madre estaba horrorizada. Me dijo: ’Pon el dinero en el banco’. Yo dije: ’No, lo voy a gastar todo, y cuando no me quede nada volveré a trabajar, porque me gusta trabajar’. Y eso fue lo que hice, luego regresé e inicié de nuevo investigaciones en Oxford”.

En 1973 regresó al Reino Unido con su familia para hacerse cargo de una beca de investigación, buscando combinar la ciencia con los libros populares. The Human Zoo e Intimate Behaviour, ambos escritos en Malta, fueron seguidos de Manwatching (que desarrolló el concepto del “lenguaje corporal”). Retomó su carrera en la TV y viajó mucho. Obviamente se ha divertido, adora a su esposa de 55 años, sigue fascinado por el arte y el cine, y hasta le agradan sus compañeros humanos después de sus dudas anteriores. Hijo único e intenso, pasó una gran parte de su adolescencia viendo morir a su padre a causa de las heridas que recibió en la Primera Guerra Mundial, en ese periodo de su vida se enfrentó a la pérdida de su padre y al inicio del segundo conflicto global dio un vistazo a su compañeros simios desnudos, encontrando solaz en el arte y el mundo natural.

¿Arrepentimientos? “Debería haberme dedicado al arte. Pienso que tenía el potencial para ser un buen artista. Todavía me considero un artista serio, pero uno menor, y lo soy porque me dediqué a hacer demasiadas otras cosas. Mi fortaleza es que hago muchas cosas diferentes, mi debilidad es que no me apego a ninguna de ellas por el tiempo suficiente”.

La imagen perfecta del hombre juguetón y corredor de riesgos. La felicidad reside en tener teorías que se ajusten a nuestra personalidad.
© The Guardian
Traducción: Franco Cubello



Capítulo 4: La biología del amor




Capítulo 5: Los genes inmortales

 

Capítulo 6:
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sábado, 19 de junio de 2010

Listado de vídeos del blog

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