lunes, 11 de junio de 2007

La Censura: carcelera del arte. Jorge Jaurena


















Una simpática señora a quien no tengo el gusto de conocer personalmente, pero que me envía casi a diario correos electrónicos algunos de ellos muy interesantes y simpáticos, me ha remitido hoy uno que me provocó estupor, tal vez porque hay malos hábitos que, como la aftosa, se erradican -o casi- con frecuencia, pero apenas uno se descuida, vuelven. En dicho correo electrónico se pretende juntar firmas para pedir la censura de una película por filmarse (además) en los Estados Unidos de Norteamérica. Este proyecto de película sobre Jesucristo -cuya versión teatral ya se ha estrenado en EE.UU- mostraría, a criterio de quienes solicitan e -interpreto yo- también de quienes prestan su nombre al petitorio, al Hijo de Dios en imágenes y situaciones ofensivas -entre otras cosas- a la "moral cristiana". Personalmente creo en la Moral (no en la moralina) a secas y con mayúsculas, entendida como conjunto de valores (no de "mis" valores) que rigen el comportamiento de los seres humanos. Y creo en la Ética, en tanto masa crítica respecto de ese conjunto de valores morales. La Moral y la Ética puestas en acto, solo admiten -en mi opinión- un ámbito: la Libertad. La creación en general -y la artística en particular- tiene como presupuesto indispensable a la Libertad para prosperar. La censura, termina pariendo -irremediablemente- una hija unigénita: la autocensura, que mas temprano que tarde va minando la potencia creativa y frecuentemente expulsa a los artistas hacia geografías más propicias. Esto último representa siempre una pérdida: para la sociedad en la que impera la censura, porque se ve privada del aporte del artista que expulsa; para el artista, porque debe continuar creando desterrado de sus raíces socio-culturales en las que se ha formado; para la sociedad que llamaré anfitriona, porque el producto que recibe es -frecuentemente y en cierta medida- un híbrido nostálgico. Pero es el arte mismo quien se ve más perjudicado, porque la transgresión es el motor de la evolución en el arte y la censura acaba -o lo pretende- con la transgresión. Hablo de la transgresión en cualquiera de sus formas, matices y alcances, pero fundamentalmente en lo que implica de "desobediencia" a los cánones establecidos y aceptados. Suponer que la sociedad carece de criterios para decidir qué es arte y qué no lo es, o qué manifestaciones o productos del arte pueden ser exhibidos o no, es subestimar al prójimo y colocarse en la posición del "iluminado" que ha recibido la llama de "la Verdad". La Libertad es a la creación humana lo que el líquido amniótico es al feto: la envuelve, la protege, la alimenta, le proporciona calor. Sin Libertad, las manifestaciones del arte que logran subsistir, lo hacen como manifestaciones de resistencia política y eso -lo del arte como manifestación o testimonio político- es un tema sobre el que se pueden escribir -y creo que se han escrito- bibliotecas enteras de contenido muy considerable. Opina un crítico de arte del New York Times -cuyo nombre no recuerdo en este momento- en una entrevista periodística a Marcel Duchamp, que el buen gusto es el peor enemigo del arte, y que representa la repetición -indefinida, agregaría yo- de lo que la sociedad ha aceptado. Esto último presupone una actitud de comodidad y abulia que se contrapone -en mi opinión- con la actitud del verdadero creador. Me interesaría mucho que ustedes dejaran un comentario al pie de este trabajo, en el que además de expresar libremente su opinión, nos dieran su definición de "buen gusto" y de "obra de arte". Seguramente, obtendremos conceptos muy interesantes para pensar y compartir. El arte, en tanto producto de la cultura, debe ser revulsivo. Debe provocar en el individuo emociones, reacciones y disparar ideas: positivas o negativas respecto de la obra en si. Si lo consigue o no, definirá en qué medida lo que se muestra merece ser considerado una obra de arte. Reducir el arte a una función meramente estética, es vaciarlo de gran parte de su significado. Muchos de los creadores que hoy consideramos iconos del arte universal en todas sus manifestaciones, no fueron aceptados por la sociedad de su época y sufrieron por ello. Frecuentemente -por no decir siempre-, el verdadero genio se adelanta a su época. El creador genuino no adorna el mundo, "hace" mundo. Claro que en medio de todo esto, mucho de lo que se produce es desechado. Por una selección natural, producto del talento del público, lo mediocre no perdura en el tiempo. Naturalmente, exceptúo de esta última idea al arte efímero, en razón de las características que le son propias. Se me dirá que hay personas que tienen derecho a sentirse agraviadas cuando el arte toma como materia prima algo que consideran sagrado. Es ahí donde cada uno puede ejercer el supremo acto de Libertad de no compartir la exhibición; incluso utilizar su Libertad de expresión para hacer saber al resto de la sociedad su opinión y las razones que la sustentan. Hacer su "contra propaganda". Pero atentar contra la Libertad para imponer un punto de vista o impedir la libre expresión, es como apagar un fósforo con el Río de la Plata.

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