jueves, 25 de septiembre de 2008

11-S : dudas sobre la historia oficial

Por fin. El periódico Diagonal, se supone de los más "alternativos", publica ALGO sobre los autoatentados del 11 de Sept. del 2001. Ya todos aquellos, de "izquierdas", con demasiado verguenza o miedo a la realidad que supera la ficción, ya podéis creer lo que sabes, ya que vuestra "voz oficial" lo permite
SIETE AÑOS DESPUÉS DE LOS ATENTADOS EN LAS TORRES GEMELAS Y EL PENTÁGONO, PERSISTEN LOS PUNTOS OSCUROS

11-S : dudas sobre la historia oficial

Fernando Berrendero / Madrid


Desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, numerosos indicios, pruebas y hechos comprobados ponen en duda la versión oficial que dio el Gobierno de Bush sobre lo que sucedió aquel día.
Según relata el veterano periodista y corresponsal de guerra Robert Fisk en un artículo en The Independent de septiembre de 2007, siempre que da una charla alguien pregunta : “¿Por qué siendo un periodista libre no dice la verdad del 11-S ?”. Fisk, a pesar de dejar claro que no cree en conspiraciones y “locas investigaciones (...) a cuya lectura cualquier hombre sano debería preferir la de la guía telefónica”, reconoce que se encuentra cada vez más desconcertado con la versión oficial de lo que ocurrió el 11 de septiembre : “¿Dónde están las partes de las aeronaves del ataque al Pentágono ? (...) ¿Por qué los restos del vuelo 93 [el que se estrelló en Pensilvania] se esparcieron por un radio de kilómetros, cuando se supone que se estrelló entero en un campo ? (...) ¿Qué pasó con la tercera torre, el llamado World Trade Center Building 7, que colapsó por sí misma en 6,6 segundos a las 17.20h del 11 de septiembre ?...”. Robert Fisk, al igual que numerosos periodistas y medios de comunicación, se ha preocupado por estas y otras cuestiones desde el mismo día de los atentados. Recogemos algunas de las principales líneas de investigación que ponen en entredicho la historia oficial de los atentados.
La preparación
La magnitud del atentado señaló al multimillonario saudí, antiguo colaborador de la CIA en Afganistán, Osama Bin Laden, por ser el único con suficientes recursos para planear y ejecutar un ataque de esas dimensiones. Sin embargo, las primeras dudas sobre la autoría aparecen el mismo 11 de septiembre. Siete años de investigación han arrojado más interrogantes. Empezando por el propio FBI : según informa en su página web, Bin Laden es buscado por su implicación en los atentados que tuvieron lugar en 1998 contra las embajadas de EE UU en Kenia y Tanzania, y en 2000 contra el destructor USS Cole frente a las costas de Yemen, pero no por los atentados del 11-S. Por otra parte, analistas de todo el mundo, como el periodista Alex Jones o el senador demócrata Dennis Kucinich, han puesto en duda que el atentado terrorista más complejo cometido dentro de EE UU, que involucraba el secuestro de cuatro aviones, que partían desde tres aeropuertos diferentes, pudiese ser planeado y organizado desde una cueva en las montañas de Afganistán.
Otro de los elementos que suscitaron dudas desde el principio fue la aparición de pruebas prefabricadas. Tras la nube de fuego y polvo que hundió las Torres Gemelas, apareció intacto el pasaporte del jefe de los secuestradores, Mohammed Atta, según publicó The Guardian el 19 de marzo de 2002. Sin embargo, las cajas negras de los aviones, diseñadas para aguantar accidentes aéreos, quedaron prácticamente inservibles. Igualmente, en el aeropuerto de Boston se encontró un coche alquilado a su nombre, dentro del cual había una guía para pilotos en árabe y un Corán, según se informaba en el mismo artículo del periódico británico.
Un topo entre los secuestradores
Según el informe oficial de la Comisión de Investigación del 11-S, preparar un atentado como éste llevaría unos dos años. La oposición demócrata criticó que durante todo ese tiempo, el FBI no fuera capaz de detectar una red terrorista formada por al menos 20 personas. Y todo eso a pesar de que un compañero de piso de dos de los secuestradores –Khalid Almihdhar y Nawaf Alhazmi– era un topo que había trabajado estrechamente con la oficina del FBI de San Diego, según publicó Newsweek Magazine en septiembre de 2002.
John O’Neill, uno de los mayores expertos en antiterrorismo del FBI, dimitió de su cargo de director adjunto del FBI a finales de agosto de 2001. O’neill dijo a los periodistas Jean-Charles Brisard y Guillaume Dasquie que “el principal obstáculo para investigar el terrorismo islamista son los intereses petroleros de Estados Unidos”, cita que aparece reflejada en la página del Partido Demócrata estadounidense. O’Neill había investigado el primer atentado contra las Torres Gemelas, en 1993, así como otros ataques perpetrados por grupos yihadistas. No obstante, renunció a su cargo, cansado de las interferencias en su trabajo, según la misma investigación. Tuvo la mala suerte de ser contratado como jefe de seguridad del World Trade Center, siendo su primer día de trabajo el 10 de septiembre de 2001. Murió en los ataques del día siguiente, según difundió la CNN.
Tras el atentado contra las Torres de febrero de 1993 el papel del FBI fue fuertemente criticado : durante el juicio se reveló que uno de los implicados, Emad Ali Salem, trabajaba a las órdenes de un agente especial del FBI, John Anticev. El 29 de septiembre de ese año, cuando casi finalizaba el juicio, el informante del FBI, Salem, presentó ante el tribunal horas de conversaciones telefónicas grabadas con agentes de dicho organismo de seguridad. Los diálogos del FBI y su informante fueron publicados por The New York Times, The Washington Post y The Daily News, y empañaron el trabajo de investigación de los agentes federales sobre el atentado. “Si hubiéramos seguido haciendo nuestro trabajo, esa bomba no habría explotado jamás. Es verdad, nos equivocamos”, decía la voz del agente John Anticev en la cinta. Salem declaró ante el tribunal : “En determinado momento, el FBI pensó en sustituir los explosivos por un polvo inocuo, pero el plan fue anulado”.
El papel de la CIA
Se ha informado a menudo de que Bin Laden padece una insuficiencia renal, por lo que tiene que recibir tratamientos de diálisis. Según informaron los diarios The Guardian y Le Figaro, citando fuentes del espionaje francés, Bin Laden recibió tratamiento en un hospital militar estadounidense en Dubai, en julio de 2001. Durante su estancia, fue visitado por familiares, altos cargos del espionaje saudí, y por el jefe local de la CIA, según estos medios. Por esas épocas, Bin Laden ya era el terrorista más buscado por el FBI, por su implicación en los atentados contra las embajadas de Kenia y Tanzania y el destructor de la marina estadounidense USS Cole.
Por otra parte, los servicios secretos pakistaníes (ISI) son conocidos por su estrecha relación con la CIA desde la invasión de Afganistán por parte de la URSS. El periódico The Wall Street Journal y The Guardian informaron el 22 de julio de 2004 que el jefe del ISI, Mahmoud Ahmed, hizo una transferencia a Mohammed Atta, el supuesto líder de los secuestradores del 11-S, por valor de 100.000 dólares poco antes de los ataques. El mismo 11 de septiembre, Ahmed se encontraba de hecho en Washington, donde se reunió con el entonces director de la CIA, George Tenet y con Marc Grossman, el subsecretario de Estado de Asunto Políticos, según el mismo artículo.
Según publicó el periódico israelí Haaretz en su edición del 26 de septiembre de 2001, la empresa de servicios de mensajería instantánea Odigo informó que dos empleados suyos recibieron sendos avisos sobre el atentado dos horas antes de que éste se produjera. Odigo tenía su sede en la ciudad israelí de Herzliya, si bien la oficina de Nueva York se encontraba en el complejo World Trade Center. Junto a estos dos empleados de Odigo, Willie Brown, alcalde de San Francisco, afirmó haber sido advertido de que no volara el día 11 de septiembre, según publicó el periódico San Francisco Chronicle un día después de los ataques.

EL ARTE DEL ‘CASUS BELLI’
1898 - ACORAZADO MAINE. _La explosión del acorazado estadounidense Maine frente al puerto de La Habana desencadenó la guerra entre España y EE UU, a pesar de las evidencias presentadas que apuntaban a una explosión interna.
1915 - LUSITANIA.
El hundimiento de este barco alentó la entrada de EE UU en la I Guerra Mundial. Antes de partir de Nueva York, la embajada alemana publicó anuncios en periódicos, advirtiendo de que el trasatlántico navegaría por zona de guerra, lo que le hacía susceptible de ser hundido. El Lusitania se dirigió a una zona en la que se sabía que operaban submarinos alemanes.
1941 - PEARL HARBOUR.
El ataque japonés a la base de EE UU provocó su entrada en la II Guerra Mundial. Antes del ataque, en palabras del ministro de la Guerra, Henry Stimson, la cuestión era cómo conseguir que “los japoneses hicieran el primer disparo”. Antes del ataque, el 83% de los estadounidenses estaba en contra de involucrarse en la guerra. Después del ataque, un millón de hombres se alistaron voluntarios.
1962 - LA OPERACIÓN NORTHWOODS.
Ésta fue planeada en el marco de la Operación Mangosta, para proporcionar al Gobierno de EE UU apoyos para una invasión a Cuba. La Operación Northwoods consistiría, entre otras medidas, en el lanzamiento de ataques a fuerzas estadounidenses, junto con una campaña de atentados terroristas en República Dominicana, Haití, o incluso en Estados Unidos, perpetrados por oficiales de los servicios secretos y el Ejército estadounidense con uniformes del Ejército cubano.
1964 - EL INCIDENTE EN EL GOLFO DE TONKIN.
Fue el desencadenante de la intervención masiva por parte de EE UU en Vietnam. Según se informó, barcos estadounidenses fueron atacados por torpederos norvietnamitas el 2 y el 4 de agosto de 1964, lo que llevó al Congreso de EE UU a autorizar al presidente Johnson a intervenir en cualquier país del sureste asiático para contener el comunismo. Sólo hay un problema : el ataque nunca se produjo. Según se reveló en 2005 NSA, el 2 de agosto fue el barco estadounidense el primero en abrir fuego, mientras que el 4 de agosto no había ningún barco vietnamita en la zona.
2008 - IRÁN.
A finales de julio, según reveló el periodista estadounidense Seymour Hersh, la oficina del vicepresidente Cheney planeaba construir barcos similares a los torpederos iraníes para perpetrar ataques contra barcos o instalaciones estadounidenses, y de este modo tener una excusa para atacar Irán.


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