La revista DINERO, Revista de Poética Financiera e Intercambio Espiritual, de Miguel Brieva se transformó en España, con tan sólo cinco números autoeditados, en un objeto de culto gracias tanto a la calidad gráfica desplegada por Miguel Brieva, como a la contundencia del mensaje y de la reflexión en clave de humor que ofrecía en estos libros usando los formatos más variados (historieta, texto de reflexión, viñeta o tira de humor), indagando en esta enfermedad moderna que contagia gran parte de la sociedad: el consumismo desenfrenado.
Miguel Brieva. El poder de la sátira
Alan Fernández
El nombre del dibujante Miguel Brieva (Sevilla, 1974) comenzó a sonar con fuerza hace unos años, tras la publicación de una serie de cómics autoeditados entre los que destacaba el justamente famoso Dinero. Además, Brieva ha colaborado en medios como El País de las Tentaciones, Rolling Stone o Diagonal, dónde hace honor a esa coletilla periodística que insiste en definirlo como un cruce entre El Roto y Robert Crumb.
¿Cuándo empezaste a dibujar? ¿Cuál es el primer dibujo que recuerdas?
Dibujo desde que tengo uso de razón. Como a todos los niños, cuando a mi hermano y a mí nos ponían un lápiz en la mano y un papel delante, nos tirábamos un buen rato garabateando y haciendo batallitas. Lo demás ha sido, básicamente, proseguir en esa inercia sólo que con batallitas más de adulto y considerablemente menos vívidas. No estoy seguro de cuál es el primer dibujo que recuerdo, pero con toda seguridad sería un rayado ininteligible para los demás y, para mí, por ejemplo, un pato.
¿Te consideras ilustrador, humorista gráfico, dibujante de cómics, “profesional” de la sátira?
Me considero dibujante. Es lo que digo, al menos, cuando alguien me pregunta que a qué me dedico mientras esperamos en la consulta del dentista a que nos perforen las encías.
Respecto a tu labor como dibujante, ¿te sirvió de algo tu paso por el colegio o por la universidad? A tenor de tu obra, la universidad parece un sitio a donde uno no va a aprender sino a luchar para que su vocación no se vaya a pique.
Creo sinceramente que para el dibujo, como para casi todo, fue mucho más estimulante e instructivo el colegio que la universidad. Tuve la fortuna de ir a un colegio pequeño con unos profesores bastante comprometidos con la enseñanza que nos dejaban mucho tiempo para dibujar. Más tarde, en la universidad, y contrariamente a lo que cabría suponer, uno se topa con una dinámica académica aún más hostil al aprendizaje y al libre desarrollo del pensamiento, y se hace lo que se puede. En todo caso, en general, y salvo por las honrosas excepciones de algunos verdaderos maestros, el proceso educativo no es más que un continuo y monocorde desposeimiento de los atributos inherentes al niño (curiosidad, imaginación, percepción de la verdad...) que transforma a un humano potencialmente libre en un ser productivo, limitado y ajustado a los preceptos sociales de cada momento. Durante la educación, tan importante es absorber lo beneficioso de lo que te inculcan, como ofrecer resistencia, aunque sea interior, a las imposiciones y adoctrinamientos más perniciosos. Lo lamentable es que uno sólo pueda intelectualizar esto muchos años después de haberlo vivido, cuando tal vez ya sea demasiado tarde.
En algunas de tus obras parece que la palabra ocupa un puesto preferente respecto a la imagen. ¿Es así o buscas el equilibrio entre imagen y mensaje?
Hay cosas que parecen expresarse mejor por escrito, hay otras que gráficamente son más expresivas y luego está la combinación de imágenes y palabras que, si casan bien juntas, se complementan e intensifican. A mí me gustan ambas por igual y creo que, a fin de cuentas, cualquier disciplina creativa (teatro, música, cine, papiroflexia, figuritas de miga de pan, etc...) es igual de válida para disfrutar con su práctica y transmitir ideas o sensaciones muy parecidas. La lástima es que, al final, por limitaciones de tiempo o incapacidad técnica, siempre termina uno centrándose exclusivamente en aquellas a las que se siente más habituado.
¿Crees que la imagen ha perdido parte de su capacidad de subversión?
Creo que la imagen y la palabra nunca han perdido el poder de subversión; son meras herramientas, espacios de comunicación al servicio del entendimiento y la imaginación humanas. Lo que nos podríamos preguntar, y esto sí es infinitamente más inquietante, es si no seremos las personas las que hemos perdido la capacidad de subvertir nuestro absurdo y autodestructivo discurrir como especie y la capacidad de hacerlo –esto sí que sería una primicia histórica– de una manera sensata y a ser posible duradera. Hay una frase que escribió Nietzsche en pleno cenit de sus ambiciones filosófico-mesiánicas, en el umbral mismo que separa la lucidez de la locura, y que yo suscribo completamente: “Creo sinceramente que es posible poner orden en todo este absurdo europeo con una especie de gran carcajada histórica, sin que sea necesario hacer correr una sola gota de sangre...”.
¿Qué influencias tienes a la hora de escribir?
Me daría con un canto en los dientes si lograra conjuntar en lo que hago algo de, por ejemplo, la verdad profunda de Pessoa, la incisiva inteligencia de Witold Gombrowicz, la curiosidad descomunalmente insaciable y talentosa de Leonardo Da Vinci, la perseverancia en la belleza de Bach, la sutileza anímica del cine de Bergman, la erudición precisa y el sagaz razonamiento de Ferlosio, junto con las clarividentes penumbras de Kafka, el prudente y sabio sentido común de Antonio Machado y el espíritu jocoso y juguetón de Satie; todo ello aderezado, finalmente, con ese sencillo y ejemplar dejarse vivir de mi abuela. No es tarea fácil, desde luego; sobre todo lo de mi abuela.
¿Cómo surge la idea para un dibujo? ¿Va antes la reflexión, el texto o la imagen?
A veces es de un modo, a veces de otro; no tengo un método, sino una libreta para apuntar lo que sea y poder ponerlo en pie más tarde. Las ideas se te ocurren leyendo el periódico, hablando con amigos, viendo la televisión, hojeando libros y revistas, introduciendo la cabeza en aceite hirviendo, en fin, esas cosas...
Muchos de los dibujos de Dinero recuerdan a ciertos anuncios y películas estadounidenses de los años cuarenta y cincuenta ¿Qué es lo que te atrae de esas imágenes? ¿Te gustan porque son perfectas para hacer una sátira del consumismo o por la influencia de algunos autores de cómic underground estadounidenses que hacen uso de la misma iconografía?
Las dos son buenas razones. La fastidiosa hiper-reproducción de nuestro mundo a través de todos los soportes visuales y publicitarios, junto con el progresivo desvanecimiento de nuestra propia identidad nos hace volver los ojos con nostalgia, fetichismo o inexplicable fascinación estética hacia iconografías del pasado. Por otro lado, en esas décadas (desde los cuarenta a los sesenta, principalmente en EE UU) surgió la maquinaria publicitaria y propagandística de nuestro neocapitalismo fascista-lúdico-democrático de consumo. Como seguimos prácticamente en lo mismo, se puede recurrir a esa imaginería, que es en esencia la de nuestro mismo régimen, sólo que algo más tierna e ingenua, para buscar cierto impacto emotivo y visual. Es algo que hasta la publicidad misma hace, en ese pulso permanente por fagocitarlo todo hasta las más altas cotas del cinismo. Una última razón, a lo mejor más trascendental, es que los libros y revistas de aquellos años son relativamente fáciles y baratos de adquirir, y suponen una fuente de recursos visuales bastante inagotable y muchas veces sorprendente y cargada de simbología.
¿En qué tradición artística insertarías tu obra?
No lo sé, la verdad. ¿En la del cómic?, ¿en la del humor gráfico?, ¿en una tradición milenaria que se ha inventado hace cinco minutos? Pues...
Dibujo desde que tengo uso de razón. Como a todos los niños, cuando a mi hermano y a mí nos ponían un lápiz en la mano y un papel delante, nos tirábamos un buen rato garabateando y haciendo batallitas. Lo demás ha sido, básicamente, proseguir en esa inercia sólo que con batallitas más de adulto y considerablemente menos vívidas. No estoy seguro de cuál es el primer dibujo que recuerdo, pero con toda seguridad sería un rayado ininteligible para los demás y, para mí, por ejemplo, un pato.
¿Te consideras ilustrador, humorista gráfico, dibujante de cómics, “profesional” de la sátira?
Me considero dibujante. Es lo que digo, al menos, cuando alguien me pregunta que a qué me dedico mientras esperamos en la consulta del dentista a que nos perforen las encías.
Respecto a tu labor como dibujante, ¿te sirvió de algo tu paso por el colegio o por la universidad? A tenor de tu obra, la universidad parece un sitio a donde uno no va a aprender sino a luchar para que su vocación no se vaya a pique.
Creo sinceramente que para el dibujo, como para casi todo, fue mucho más estimulante e instructivo el colegio que la universidad. Tuve la fortuna de ir a un colegio pequeño con unos profesores bastante comprometidos con la enseñanza que nos dejaban mucho tiempo para dibujar. Más tarde, en la universidad, y contrariamente a lo que cabría suponer, uno se topa con una dinámica académica aún más hostil al aprendizaje y al libre desarrollo del pensamiento, y se hace lo que se puede. En todo caso, en general, y salvo por las honrosas excepciones de algunos verdaderos maestros, el proceso educativo no es más que un continuo y monocorde desposeimiento de los atributos inherentes al niño (curiosidad, imaginación, percepción de la verdad...) que transforma a un humano potencialmente libre en un ser productivo, limitado y ajustado a los preceptos sociales de cada momento. Durante la educación, tan importante es absorber lo beneficioso de lo que te inculcan, como ofrecer resistencia, aunque sea interior, a las imposiciones y adoctrinamientos más perniciosos. Lo lamentable es que uno sólo pueda intelectualizar esto muchos años después de haberlo vivido, cuando tal vez ya sea demasiado tarde.
En algunas de tus obras parece que la palabra ocupa un puesto preferente respecto a la imagen. ¿Es así o buscas el equilibrio entre imagen y mensaje?
Hay cosas que parecen expresarse mejor por escrito, hay otras que gráficamente son más expresivas y luego está la combinación de imágenes y palabras que, si casan bien juntas, se complementan e intensifican. A mí me gustan ambas por igual y creo que, a fin de cuentas, cualquier disciplina creativa (teatro, música, cine, papiroflexia, figuritas de miga de pan, etc...) es igual de válida para disfrutar con su práctica y transmitir ideas o sensaciones muy parecidas. La lástima es que, al final, por limitaciones de tiempo o incapacidad técnica, siempre termina uno centrándose exclusivamente en aquellas a las que se siente más habituado.
¿Crees que la imagen ha perdido parte de su capacidad de subversión?
Creo que la imagen y la palabra nunca han perdido el poder de subversión; son meras herramientas, espacios de comunicación al servicio del entendimiento y la imaginación humanas. Lo que nos podríamos preguntar, y esto sí es infinitamente más inquietante, es si no seremos las personas las que hemos perdido la capacidad de subvertir nuestro absurdo y autodestructivo discurrir como especie y la capacidad de hacerlo –esto sí que sería una primicia histórica– de una manera sensata y a ser posible duradera. Hay una frase que escribió Nietzsche en pleno cenit de sus ambiciones filosófico-mesiánicas, en el umbral mismo que separa la lucidez de la locura, y que yo suscribo completamente: “Creo sinceramente que es posible poner orden en todo este absurdo europeo con una especie de gran carcajada histórica, sin que sea necesario hacer correr una sola gota de sangre...”.
¿Qué influencias tienes a la hora de escribir?
Me daría con un canto en los dientes si lograra conjuntar en lo que hago algo de, por ejemplo, la verdad profunda de Pessoa, la incisiva inteligencia de Witold Gombrowicz, la curiosidad descomunalmente insaciable y talentosa de Leonardo Da Vinci, la perseverancia en la belleza de Bach, la sutileza anímica del cine de Bergman, la erudición precisa y el sagaz razonamiento de Ferlosio, junto con las clarividentes penumbras de Kafka, el prudente y sabio sentido común de Antonio Machado y el espíritu jocoso y juguetón de Satie; todo ello aderezado, finalmente, con ese sencillo y ejemplar dejarse vivir de mi abuela. No es tarea fácil, desde luego; sobre todo lo de mi abuela.
¿Cómo surge la idea para un dibujo? ¿Va antes la reflexión, el texto o la imagen?
A veces es de un modo, a veces de otro; no tengo un método, sino una libreta para apuntar lo que sea y poder ponerlo en pie más tarde. Las ideas se te ocurren leyendo el periódico, hablando con amigos, viendo la televisión, hojeando libros y revistas, introduciendo la cabeza en aceite hirviendo, en fin, esas cosas...
Muchos de los dibujos de Dinero recuerdan a ciertos anuncios y películas estadounidenses de los años cuarenta y cincuenta ¿Qué es lo que te atrae de esas imágenes? ¿Te gustan porque son perfectas para hacer una sátira del consumismo o por la influencia de algunos autores de cómic underground estadounidenses que hacen uso de la misma iconografía?
Las dos son buenas razones. La fastidiosa hiper-reproducción de nuestro mundo a través de todos los soportes visuales y publicitarios, junto con el progresivo desvanecimiento de nuestra propia identidad nos hace volver los ojos con nostalgia, fetichismo o inexplicable fascinación estética hacia iconografías del pasado. Por otro lado, en esas décadas (desde los cuarenta a los sesenta, principalmente en EE UU) surgió la maquinaria publicitaria y propagandística de nuestro neocapitalismo fascista-lúdico-democrático de consumo. Como seguimos prácticamente en lo mismo, se puede recurrir a esa imaginería, que es en esencia la de nuestro mismo régimen, sólo que algo más tierna e ingenua, para buscar cierto impacto emotivo y visual. Es algo que hasta la publicidad misma hace, en ese pulso permanente por fagocitarlo todo hasta las más altas cotas del cinismo. Una última razón, a lo mejor más trascendental, es que los libros y revistas de aquellos años son relativamente fáciles y baratos de adquirir, y suponen una fuente de recursos visuales bastante inagotable y muchas veces sorprendente y cargada de simbología.
¿En qué tradición artística insertarías tu obra?
No lo sé, la verdad. ¿En la del cómic?, ¿en la del humor gráfico?, ¿en una tradición milenaria que se ha inventado hace cinco minutos? Pues...
Fuente : Entrevista a Miguel Brieva en LaDinamo
>>>Entrevista a Miguel Brieva en Generación XXI<<<
Dinero nº1 - Miguel Brieva.Editorial Doble Dosis.pdf [16.96 Mb]
Dinero.2.Miguel Brieva.cbr [38.82 Mb]
Dinero.4.Miguel Brieva.cbr [53.92 Mb]
El Nº4 también en pdf por si alguien lo prefiere:
Dinero nº4 - Miguel Brieva.pdf [23.71 Mb]
El otro mundo (recopilación de viñetas publicadas en EL PAIS)
Miguel_Brieva_-_El_otro_mundo.cbr [2.33 Mb]
Fuente Rebelde Emule
1 comentario:
Nos parece magnífico el trabajo desarrollado por Bievra. Su ironía y su forma de ver estos temas hacen grande a esta revista que sin duda llegará a ser todo un clasico de las buenas publicaciones.
Un abrazo.
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